No es el mejor de los escenarios. Los jóvenes a la economía, el peronismo al poder. Y las preguntas se suceden; unas tras otras. ¿A quién allanará el camino hacia 2015 el flamante jefe de Gabinete, Jorge Capitanich? ¿Será Axel Kicillof el ministro de Economía del ajuste y de las correcciones? ¿Podrá Juan Carlos Fábrega detener la sangría de dólares y bajar el ritmo de la emisión monetaria? Y un día Guillermo Moreno se fue. Sólo hay indicios de las respuestas a interrogantes que han llevado a la presidenta Cristina Fernández a aplicar el bisturí y cambiar piezas en su gabinete. Pero, hace falta ir por partes:
• Capitanich tiene la misión de frenar la oleada peronista. Esa que siempre arranca con tibias reuniones de la liga de gobernadores y terminan con una fórmula presidenciable que, en definitiva, nomina a los ismos a partir del justicialismo o peronismo. Así fue el duhaldismo, el kirchnerismo o el más reciente cristinismo. La carrera presidencial está lanzada desde el mismo momento en que se vio la debilidad electoral del Frente para la Victoria. Sergio Massa aparece como la amenaza fantasma a un proyecto que reclama continuidad pero que sabe que eso es una empresa imposible. Entonces emerge la figura de Mauricio Macri. Los analistas cercanos a la Casa Rosada especulan con que si no es un kirchnerista, el próximo presidente debe ser alguien al cual se pueda hacer frente sin tanta resistencia, con poder acotado. El sueño del chaqueño es ser él el elegido, como en 2003 lo fue un santacruceño. Capitanich sabe de los lamentos provinciales. Por eso, los gobernadores esperan que el desde hoy jefe de gabinete ayude a resolver la refinanciación de deudas, ese perdón fiscal del gran acreedor nacional que a Tucumán puede significarle unos $ 380 millones de ahorro en 2014.
• Axel Kicillof no tiene una orientación netamente fiscalista. Por eso, aún no se sabe cómo será su relación con las provincias a la hora de repartir las ayudas financieras. Y si lo hará. Moreno se fue, pero el cepo y los controles quedan. Cuentan en Buenos Aires que algunos cambios más habrá en el gabinete. Y que el administrador de un importante organismo está estudiando -desde hace dos años- francés, porque desea tener destino de embajada en París. Rumores. Más claro es el ofrecimiento a Juan Abal Medina para mudarse a Chile. Si es así, Ginés González García tiene boleto de regreso al Ministerio de Salud, esa cartera comandada por el tucumano Juan Manzur que, a su vez, se irá al Congreso. Mientras tanto, Kicillof puede cristalizar algo que ya habló en su momento: el desdoblamiento cambiario y tal vez mantenga la política intervencionista estatal. O la profundice. Claro que, con esa medida, también puede llegar un ajuste gradual en las tarifas de los servicios públicos. El problema, en suma, es el discurso del novel economista.
• A Juan Carlos Fábrega le ha tocado bailar con la más fea. El flamante presidente en comisión del Banco Central debe detener el deterioro de las reservas internacionales, tal vez el único activo concreto que le ha quedado a la gestión después de la desaparición de los superávit gemelos (fiscal y comercial). Y, además, frenar la emisión monetaria. No tiene demasiado margen de acción, frente a una inflación que ya se ha comido a varios funcionarios, salvo al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, uno de los sobrevivientes del quirófano presidencial.
La transición kirchnerista ha dado un paso más hacia la profundización del modelo. La cuestión es establecer si las recetas propuestas pueden llegar a curar al enfermo. Los cambios a mitad de camino no son signos de fortaleza. Todo lo contrario. Es una carrera con demasiados obstáculos hacia 2015.